Marta lloraba sobre el féretro de su hijo mientras los hipócritas y las plañideras se agolpaban para intentar ser remedios contra el dolor. Pero Marta no los escuchaba. Sus pasos rumiaban y su cara se había transformado en un cuadro inexpresivo.
Marta olía a jazmín gracias a que una ventana daba al pequeño jardín cercano al velatorio, donde había yacido de la misma manera hace sólo 3 meses. El velatorio, por escalofriante que pareciera, se le antojaba ya familiar; la puerta blanca, sencilla, su sala de espera, las sillas organizadas de una manera tan caprichosa que parecía un aeropuerto. Todo. Todo negro como nunca antes lo había visto: su pelo, el pelo de su hijo.
Pero van pasando los minutos como espadas que entran en tu estomago de una forma casi operística. Y el dolor seguía y Marta se aferraba al comienzo de una época muy dificil. No se había imaginado romper con el tiempo, con el progreso dinámico de la historia, de una forma tan brusca. Nunca pensó enterrar a su retoño que ahora se encontraba levemente alzado, horizontal(como su pena), sin abrir los ojos, sin sonrisa.
Y no paraban de llegar las coronas, y las falsas amistades, y más pena derramándose por el suelo amarmolado del velatorio. Aun así, Marta seguí aferrándose al féretro de su hijo, intentando devolver con sus manos un último halo de vida en su cara angelical.
........Continuará.....................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario