martes, 10 de febrero de 2009

´La frenética soledad' (I)



Él sabía que tenía que contárselo, sin embargo, decidió coger el tren a Madrid. Mientras dejaba la pesada maleta (aunque sólo fuera a estar un día) en los compartimentos, pensaba si estaba haciendo lo correcto. Tanto tiempo había pensado que siempre hacía las cosas debidamente, que el bien y el mal se degradaba en una línea, que al final era ininteligible.

Ahora yo: El viaje se antojaba eterno. Sólo eran 4 horas de recordarte mientras me iba alejando poco a poco de ti. Me senté y cogí ‘Los renglones torcidos de Dios’, de Torcuato Luca de Tena. ¿Sería yo uno de esos renglones que se salen del folio? Todo iba torcido en mi vida. Sin trabajo, cada día bebiendo más y disfrutando cada vez menos de la vida.

Ya traen la comida. Para mi gusto, apesta a prefabricado y no siento nada al saborear un pedazo del bistec frío en mi boca. Me habré quedado insensible. El acomodador no dejaba de pasearse por los vagones, como buscando un punto en el que pasar las horas de viaje. Tiene que ser un suplicio seguir siempre el mismo trayecto, no salirse nunca del recorrido. Eso me estaba pasando contigo. No me estaba saliendo del recorrido y nuestra historia parecía estar adscrita a la monotonía, como la vida de esas personas mayores que sólo esperan, conformándose, el irreparable final

....................................Continuará......................................

1 comentario:

Chexpirit dijo...

Mola leerlo con la música puesta. Espero el siguiente capítulo con frenética ansiedad ;)