sábado, 21 de febrero de 2009

'La frenética soledad' (IV)



El ron ya corre por mi sangre. Lo noto. Me gusta abrazarme con el alcohol. Es mi mundo. No me toques, ni me roces. No. Estoy solo. Pasa una chica con su altanería y su olor a fresa en el cuello. Me fijo en ella. Rápidamente se desvanece en una nube de manos, piernas, torsos y cabezas. Siempre me pierdo. Te busco. Llevo 2 minutos sin pensar en ti. No estás.

Pasan las horas muy rápidas. Respiraciones fuertes. Taquicardia. No te veo. Me gustaría que estuvieras aquí. Derramo una lágrima y comienzo a reír. Lloro. Río. Vuelvo a llorar. No aguanto más. Salgo corriendo del bar. Empiezo a contar. 1, 2, 3. Me paro. Respiro para relajarme durante 1 minuto y vuelvo al bar. A pesar del esfuerzo, no estás.

Relincho. Me desperezo y me doy cuenta que ya estoy en la cama. Tu sonrisa. Tus palabras cuidadosamente seleccionadas me dan vueltas en la cabeza. Soy frenético. Vertiginoso. Estoy deseando volver a Murcia. Te tengo y desapareces otra vez. Quiero cogerte del brazo para que no te desenganches. No te vayas, por favor. Doy vueltas en la cama y me da miedo encender la luz para ver la realidad. Mi realidad. Sin ti

Sale el sol. Me pongo de pie. Aún respiro ansiosamente. Mi cabeza estalla a cada latido de mi corazón. Me ducho. En cada gota que cae, tu cara aparece en mi retina. Suspiro y empiezo a darme cuenta de las ganas que tengo de volver a verte. Toca coger otra vez el tren.

Arranca. Tantas cosas en mi cabeza que no puedo mirar el paisaje manchego. Tan ordenado y racional. No pienso en otra cosa que en ti. De nada me ha servido este viaje. Horas perdidas de convencerte que soy lo que necesitas. Mañana te llamo. Estoy seguro que te llamo.

Veo una señal. Empiezo a sentirme más relajado. El silencio que reina en el tren, acompasa mi respiración, la doma. Ahora sólo estás tú en mi cabeza y te conectas de una forma coqueta, sublime, con la belleza de los prados de La Mancha. He leído tu mensaje: “Ncsto hblar kntigo. Bs”. Odio la gramática del SMS, pero intento leerlo con tu voz, con la entonación que tú le pondrías.

Ya nada es vertiginoso, ni frenético. Sólo quiero llegar a casa, dejar la maleta e ir a verte. Mis frases ya no corren por el folio, tengo tranquilidad en la argumentación. Sólo estás tú en mi cabeza. Con mi monotema llego a la estación. Al lado sigue estando María. Pienso y digo en mi cabeza: “No sabes lo importante que te has convertido en mi vida”. Te necesito como mi alma gemela. Te sonrío y me sonríes. Confías en que todo salga bien.


..........................Continuará...................................

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