Me ha ganado la desidia. Siempre pensé que llegaría ese momento y no me esperaba que fuera tan áspero, tan insípido. Pero me imaginaba que ese era el destino, no iba a ser yo quien lo cambiara y moviera el monótono tic-tac del reloj.
Ni lo buscas tú ni lo buscaba yo y así era muy difícil. Llegabas, es más, venías con esa decisión inamovible. Y a mí me quemaba casi siempre la camisa en el cuello, la marca del reloj en la muñeca y el pliegue de las Converse en mi tobillo. Dejaba de pensar en tí de esa forma y encendía la tele.
En un canal olvidado, aparecía un estadio lleno, pero en silencio. Era el funeral de Robert Enke, un portero de fútbol alemán que se había quitado la vida hace pocos días. El silencio me conmovió, y no pude apagar la tele. Te enteras de lo sucedido y ves las cosas de otra forma. Nunca has sido tan importante.
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